Pandora arquea una ceja, intrigada por la confianza de Padre Tiempo. Su sonrisa se vuelve más amplia, como si disfrutara del desafío.
—¿Leer mis movimientos? —replica, con un tono de burla—. Eso suena impresionante, pero ¿qué harás con esa información? La vida es un juego de estrategia, y yo tengo el cuchillo en la mano.
Padre Tiempo se cruza de brazos, su mirada fija en ella, como si pudiera ver más allá de su fachada.
—La estrategia no solo se basa en la fuerza bruta, Pandora. La verdadera sabiduría radica en anticipar el futuro y comprender las consecuencias de cada acción. Tu cuchillo puede ser afilado, pero la mente es un arma mucho más poderosa.
Pandora da un paso hacia adelante, su cuchillo brillando a la luz tenue.
—¿Y qué harás, viejo? ¿Te quedarás ahí parado mientras yo decido tu destino?
—No necesito moverme para ganar —responde Padre Tiempo, su voz serena y firme—. Cada segundo que pasa es un segundo que juega a mi favor. La paciencia es mi aliada, y el tiempo, mi dominio.
Pandora se detiene, sintiendo la presión de sus palabras. La atmósfera se vuelve tensa, como si el tiempo mismo se detuviera.
—¿Y si te digo que puedo romper esa paciencia? —pregunta, su tono ahora más serio—. ¿Qué pasaría si te empujara al límite?
—Entonces descubrirías que el límite no es más que una ilusión —responde Padre Tiempo, su mirada penetrante—. Cada acción tiene su reacción, y cada intento de romper el tiempo solo lo fortalecerá.
Pandora, sintiendo la intensidad del momento, se da cuenta de que la batalla no será solo física, sino también mental.
—Interesante... —murmura, su mente trabajando rápidamente—. Tal vez este juego apenas comienza.
—Así es —asiente Padre Tiempo—. Y recuerda, Pandora, en este juego, el tiempo siempre tiene la última palabra.