Afrodita, al escuchar las palabras de su hermana, siente un nudo en la garganta. La tristeza en la voz de Casandra resuena en su propio corazón, y se acerca un poco más, buscando el contacto que siempre las había unido.
Afrodita: Casandra, no creo que nuestros padres estén decepcionados. Ellos siempre nos enseñaron a ser fuertes, a enfrentar la vida con valentía. Lo que estás sintiendo es normal. La pérdida es un proceso doloroso, y cada uno lo vive a su manera. Pero eso no significa que hayas fallado.
Casandra: Pero he hecho cosas terribles, Afrodita. He dejado que la rabia y el dolor me consuman. No soy la hermana que ellos querían que fuera. Me siento perdida, como si estuviera atrapada en un laberinto sin salida.
Afrodita: Todos cometemos errores, hermana. Lo importante es reconocerlos y aprender de ellos. No tienes que cargar con ese peso sola. Estoy aquí contigo, y siempre lo estaré. Nuestros padres nos enseñaron a cuidarnos mutuamente, y eso es lo que debemos hacer ahora.
Casandra mira a su hermana, y por un momento, la rabia y el resentimiento se desvanecen, dejando solo un profundo anhelo de conexión.
Casandra: A veces siento que estoy sola en esto. Que nadie puede entender lo que estoy pasando. Pero tú... tú siempre has estado a mi lado, incluso cuando me he vuelto insensible.
Afrodita: Porque te quiero, Casandra. Y sé que debajo de esa coraza de enojo y desdén, hay una hermana que todavía sueña, que todavía tiene el potencial de hacer cosas buenas. Nuestros padres estarían orgullosos de ti, de nosotras. No de lo que hemos hecho, sino de lo que podemos llegar a ser.
Casandra siente una lágrima resbalar por su mejilla, una mezcla de tristeza y esperanza.
Casandra: ¿Crees que realmente podrían estar orgullosos de nosotras?
Afrodita asiente con firmeza.
Afrodita: Sí, lo creo. Y creo que ellos querrían que encontráramos la manera de sanar, de recordar lo bueno que nos enseñaron. No tenemos que ser perfectas, solo tenemos que ser auténticas.
Casandra se queda en silencio, reflexionando sobre las palabras de su hermana. En ese momento, siente que, aunque la pérdida de sus padres la ha marcado, también ha dejado un legado de amor y fortaleza que aún puede seguir.
Casandra: Gracias, Afrodita. Tal vez no sea fácil, pero quiero intentar encontrar ese camino. Quiero recordar a mamá y papá de una manera que los honre, no solo con dolor, sino con amor.
Afrodita sonríe, sintiendo que, aunque el camino por delante será difícil, juntas pueden enfrentarlo.
Afrodita: Eso es todo lo que pido, hermana. Juntas, siempre.