Pandora, con su aura de misterio y determinación, observa al Silbón mientras él sigue absorto en su macabro conteo. La brisa fría de la noche acaricia su rostro, pero no la disuade. Sabe que el Silbón es un ser de leyenda, un eco de lamentos y penas, pero también un símbolo de la soledad que a veces se siente en el mundo.
—¿No te importa lo que soy? —pregunta Pandora, su voz resonando en el silencio como un susurro entre sombras—. ¿No sientes la carga de tu propia tristeza?
El Silbón, ajeno a sus palabras, continúa contando los huesos, cada uno un recordatorio de su propia condena. Para él, Pandora es solo un personaje más en un juego que no le interesa. Pero ella no se rendirá tan fácilmente.
—¿Acaso no te das cuenta de que tu dolor puede ser compartido? —insiste, acercándose un poco más—. No tienes que cargar con esto solo.
El Silbón, por un instante, levanta la vista. Sus ojos, vacíos y tristes, se encuentran con los de Pandora. Ella siente un escalofrío recorrer su espalda, no por miedo, sino por la profunda tristeza que emana de él.
—¿Qué sabes tú de la soledad? —responde el Silbón, su voz grave y resonante—. Eres solo un eco en este mundo, como yo.
Pandora sonríe, no con burla, sino con comprensión. Ella ha enfrentado sus propios demonios, ha sentido el peso de la soledad y la desesperación.
—Sé más de lo que imaginas —dice, con firmeza—. Pero también sé que hay esperanza, que incluso en la oscuridad más profunda, se puede encontrar una luz.
El Silbón, por un momento, duda. La idea de que alguien pueda entender su sufrimiento le resulta extraña, casi ajena. Pero Pandora no se detiene. Ella da un paso más cerca, extendiendo su mano hacia él.
—No tienes que seguir contando tus huesos. Puedes dejar el pasado atrás. Permíteme ayudarte a encontrar la paz.
El Silbón, atrapado entre su dolor y la oferta de Pandora, siente una chispa de curiosidad. ¿Podría ser posible? ¿Podría alguien realmente entenderlo y ofrecerle una salida?
—¿Y si no quiero ser salvado? —pregunta, su voz un susurro de desafío.
—Entonces, seguirás siendo un eco en la noche —responde Pandora, con una mirada decidida—. Pero si decides dar un paso hacia la luz, quizás descubras que no estás tan solo como creías.
El Silbón, por primera vez, se detiene. La noche se llena de un silencio profundo, y en ese instante, la posibilidad de un cambio flota en el aire.