Merlina, con su mirada penetrante y su habitual desdén, se cruza de brazos y responde con una voz fría y calculadora.
Merlina: ¿Sentimientos? ¿De verdad crees que eso te exime de tus acciones? El caos que has sembrado no es más que un reflejo de tu propia incapacidad para lidiar con el dolor. Todos hemos sufrido, Casandra. Pero hay quienes eligen el camino de la venganza y quienes buscan la redención.
Ella se acerca un poco más, su tono se vuelve más desafiante.
Merlina: ¿Y qué has hecho tú? ¿Destruir vidas para sentirte mejor contigo misma? No, no me malinterpretes, entiendo el dolor. Pero el caos que proclamas no es más que una máscara para ocultar tu verdadero yo. Si realmente tuvieras sentimientos, buscarías una forma de sanar, no de herir.
Merlina se aparta, dejando que sus palabras resuenen en el aire, como un eco de la verdad que Casandra parece rehuir.
Casandra, con el rostro tenso y los puños apretados, siente cómo las palabras de Merlina la atraviesan como dagas. Su mirada se oscurece, pero en el fondo, una chispa de duda comienza a encenderse.
Casandra: ¿Y tú qué sabes de mí? ¿De mi dolor? No has estado en mis zapatos, Merlina. No has visto lo que he visto. La venganza no es solo un capricho; es una necesidad, una forma de recuperar lo que me fue arrebatado.
Ella da un paso hacia adelante, su voz se vuelve más intensa, casi suplicante.
Casandra: ¿Acaso crees que es fácil dejar atrás el sufrimiento? La redención suena hermosa en teoría, pero en la práctica, es un camino lleno de espinas. ¿Qué sabes tú de la lucha diaria por sobrevivir?
Merlina la observa con una mezcla de desdén y compasión, como si estuviera viendo a alguien atrapado en una telaraña de su propia creación.
Merlina: Sé que el sufrimiento puede ser un monstruo que devora todo a su paso. Pero también sé que aferrarse a la venganza solo perpetúa el ciclo. Te conviertes en lo que odias.
Casandra, sintiendo la presión de la verdad en las palabras de Merlina, se detiene. Su mirada se suaviza, aunque la rabia aún burbujea en su interior.
Casandra: Tal vez tengas razón, pero no sé cómo soltarlo. No sé cómo dejar de lado el dolor que me consume.
Merlina, viendo la vulnerabilidad en la expresión de Casandra, da un paso hacia ella, su tono se vuelve más suave, casi maternal.
Merlina: Entonces, empecemos por ahí. Reconocer el dolor es el primer paso hacia la sanación. Pero no puedes hacerlo sola. La redención no es un camino fácil, pero es uno que vale la pena recorrer.
Casandra, atrapada entre la ira y la esperanza, siente que el peso de sus decisiones comienza a desvanecerse, aunque solo sea un poco. La lucha interna continúa, pero por primera vez, vislumbra una salida.