Jorgito el hermano muerto de Ber, se topa con Pandora de Underfail.
Pandora se acerca a él con una sonrisa malévola.
Jorgito, simplemente tenía los ojos tristes y observa a Pandora con una mirada triste. Se notaba que la miraba triste, pero en el fondo, se mostraba una mirada fría sin mostrar signos de inquietud.
Pandora al notar esto sonríe más y en un tono burlón dice: Crees que tu mirada fría y que no muestres signos de inquietud va a ser excusa de tu tristeza? No lo creo.
Jorgito no responde, en vez de eso, su mirada triste, en el fondo es impasible. Para él, no está más que contemplando a una hoja de un árbol cayendo del viento en vez de Pandora. Su mirada triste, cambia a una sonrisa perturbadora y se teletransporta con un sonido sobrenatural y desaparece para no volver jamás.
Pandora se quedó mirando el lugar donde Jorgito había estado, su sonrisa burlona desvaneciéndose lentamente. La atmósfera se tornó pesada, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso tras la desaparición del hermano muerto de Ber.
"¿Qué fue eso?", murmuró para sí misma, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. No era la primera vez que se encontraba con seres de otros mundos, pero la frialdad de Jorgito la había desconcertado.
Con un gesto de desdén, sacudió la cabeza y se dio la vuelta, dispuesta a continuar con sus travesuras. Sin embargo, una parte de ella no podía dejar de pensar en la tristeza que había visto en sus ojos, una tristeza que parecía más profunda que cualquier otra que hubiera encontrado.
"Quizás no todos los muertos son lo que parecen", reflexionó Pandora, mientras se adentraba en la penumbra de Underfail, donde las sombras danzaban y los ecos de risas distorsionadas resonaban a su alrededor.
Mientras tanto, en un rincón olvidado del mundo, Jorgito se encontraba en un lugar que no era ni el cielo ni el infierno, sino un limbo de recuerdos y susurros. Allí, la tristeza que había llevado consigo se desvanecía, y en su lugar, una paz inquietante comenzaba a tomar forma.
"¿Es esto lo que se siente al ser libre?", pensó, mientras observaba las hojas caer en un ciclo interminable, cada una llevándose consigo un fragmento de su pasado. En ese instante, comprendió que su tristeza no era una carga, sino una parte de su esencia, un eco de lo que había sido y de lo que nunca podría ser.
Y así, en el silencio de su nuevo hogar, Jorgito se convirtió en un susurro entre las hojas, un recuerdo que flotaba en el viento, mientras Pandora continuaba su camino, ajena a la profundidad de lo que había dejado atrás.