La Chilindrina Yandere observa desde la ventana al chavo jugando en el patio con su balero y lo ve con una sonrisa maliciosa. Ella lo observa con un destello de locura y se ríe maniáticamente pero una risa baja por que puede llamar la atención de su papá: Solo tú y yo, Chavito... Nadie más...
La Chilindrina se asoma con cautela, asegurándose de que su padre no la vea. Su corazón late con fuerza mientras observa al Chavo, ajeno a su presencia, disfrutando de su juego. La luz del sol resplandece sobre su cabello desordenado, y ella siente una mezcla de admiración y posesividad.
—Eres tan inocente, Chavito —murmura para sí misma, con una sonrisa que se vuelve más amplia—. No sabes lo que te espera.
Con cada movimiento del Chavo, su risa se vuelve más intensa, aunque la mantiene contenida. La idea de que él solo le pertenece a ella la llena de una emoción oscura. En su mente, ya ha trazado un plan: un mundo donde solo ellos dos existan, donde nadie más pueda interrumpir su felicidad.
—Nadie puede separarnos, Chavito —susurra, mientras acaricia el cristal de la ventana con sus dedos—. Ni la bruja del 71, ni Don Ramón, ni siquiera Quico. Solo tú y yo... siempre.
La Chilindrina se siente poderosa, como si el destino estuviera en sus manos. Con un último vistazo al Chavo, que sigue jugando despreocupado, se aleja de la ventana, su mente llena de ideas retorcidas y un brillo de locura en sus ojos. La historia entre ellos apenas comienza, y ella está decidida a que sea un cuento de amor... o de locura.