El gigante de Hierro levanta a Terry con la mano y ve como Terry no para de insistir con su propuesta navideña dice.
Gigante de Hierro: Bueno iré, pero no esperes a que me divierta.
Terry, emocionado por la respuesta del Gigante de Hierro, no puede evitar sonreír.
Terry: ¡Eso es todo lo que necesito! Solo tu presencia hará que esta Navidad sea especial.
El Gigante de Hierro, aunque un poco escéptico, siente una chispa de curiosidad.
Gigante de Hierro: ¿Y qué es lo que planeas hacer exactamente?
Terry, con los ojos brillantes, comienza a enumerar sus ideas.
Terry: ¡Podemos decorar un árbol gigante, hacer galletas, y hasta cantar villancicos! ¡Imagina a todos los niños viéndote!
El Gigante de Hierro frunce el ceño, recordando su naturaleza imponente y cómo a menudo asustaba a los demás.
Gigante de Hierro: No estoy seguro de que a los niños les guste verme.
Terry, decidido a convencerlo, responde con entusiasmo.
Terry: ¡Pero tú eres un gigante de hierro! ¡Eres un símbolo de fuerza y amistad! Ellos estarán encantados de conocerte.
El Gigante de Hierro se queda en silencio, reflexionando sobre las palabras de Terry.
Gigante de Hierro: Tal vez... tal vez solo necesito darles una oportunidad.
Terry asiente con entusiasmo, sintiendo que ha ganado una pequeña victoria.
Terry: ¡Eso es! ¡Vamos a hacer que esta Navidad sea inolvidable!
El Gigante de Hierro, aunque aún un poco reticente, siente que algo dentro de él se calienta ante la idea de compartir momentos con los demás.
Gigante de Hierro: Está bien, Terry. Haré lo que pueda. Pero no prometo ser divertido.
Terry ríe, sabiendo que la sola presencia del Gigante de Hierro ya será un regalo para todos.
Terry: ¡Eso es más que suficiente! ¡Vamos a prepararnos!
Y así, el Gigante de Hierro, con su gran mano aún sosteniendo a Terry, comienza a dar pasos hacia una Navidad que promete ser mágica.