Tomoko Kuroki se topa con Merlina.
Tomoko la observa de reojo con su mirada fría y penetrante. Se nota que Tomoko está pensando en algo como para prestarle atención a Merlina.
Merlina, con su característico aire de misterio y su cabello oscuro, siente la intensidad de la mirada de Tomoko. No es la primera vez que se encuentra con alguien que la observa de esa manera, pero hay algo en la forma en que Tomoko la evalúa que la intriga.
—¿Tienes algo en mente? —pregunta Merlina, con su voz suave pero firme, sin apartar la vista de Tomoko.
Tomoko, sorprendida por la pregunta directa, se toma un momento para responder. Su mente está llena de pensamientos sobre la soledad y la incomprensión, pero también sobre la curiosidad que siente hacia la chica que tiene delante.
—Solo me preguntaba qué es lo que te hace tan... diferente —responde Tomoko, finalmente, con un tono que mezcla desdén y admiración.
Merlina arquea una ceja, divertida. —¿Diferente? ¿Acaso eso es bueno o malo?
—Ambas cosas —dice Tomoko, encogiéndose de hombros. —A veces, ser diferente puede ser una carga.
—O una ventaja —replica Merlina, sonriendo levemente. —La clave está en cómo lo uses.
Tomoko siente que hay algo en la actitud de Merlina que la desafía. A pesar de su naturaleza reservada, hay una chispa de interés que comienza a encenderse en su interior.
—Quizás deberíamos ver qué podemos hacer con nuestras diferencias —sugiere Tomoko, sintiendo que, tal vez, esta interacción podría llevar a algo inesperado.
Merlina asiente, intrigada. —Me gusta la idea. Después de todo, las mejores historias surgen de los encuentros más inusuales.
Ambas chicas se miran, y en ese instante, una conexión silenciosa se establece entre ellas, como si el destino hubiera decidido entrelazar sus caminos de una manera que ninguna de las dos había anticipado.