Padre Tiempo oye a una bruja decir.
Bruja: Eres tú satanás? suelta una pequeña risa macabra.
Padre Tiempo con una sonrisa burlona: No me digas tan feo. Luego su expresión cambia. Satanás solo juega con los mortales, mientras que yo, puedo hacerle algo que él mismo se arrepentiría en un instante.
La bruja, intrigada, arquea una ceja y se acerca un poco más, sus ojos brillando con curiosidad.
Bruja: ¿Y qué es lo que podrías hacer que ni siquiera él se atrevería a imaginar?
Padre Tiempo se cruza de brazos, disfrutando del momento, como si estuviera a punto de revelar un secreto que podría cambiarlo todo.
Padre Tiempo: Imagina, querida bruja, que en lugar de jugar con el destino de los mortales, yo pudiera ofrecerles una visión de su futuro. Un vistazo a lo que podrían ser, a lo que podrían perder.
La bruja se ríe, pero hay un matiz de nerviosismo en su risa.
Bruja: ¿Y qué ganaría yo con eso? ¿Qué ganaría el mundo?
Padre Tiempo se inclina hacia ella, su voz baja y seductora.
Padre Tiempo: La oportunidad de cambiar su camino. De evitar el sufrimiento que ellos mismos se infligen. Pero, claro, el conocimiento tiene un precio.
La bruja se detiene, pensativa.
Bruja: ¿Y qué precio es ese, oh maestro del tiempo?
Padre Tiempo sonríe, un destello de malicia en sus ojos.
Padre Tiempo: La verdad siempre tiene un costo. A veces, lo que se revela puede ser más aterrador que la ignorancia. ¿Estás dispuesta a arriesgarte?
La bruja, sintiendo la tensión en el aire, se da cuenta de que está ante una encrucijada. ¿Debería aceptar la oferta de Padre Tiempo, o sería mejor dejar que el destino siga su curso?
Bruja: Tal vez, solo tal vez, el conocimiento no siempre es una bendición. Pero, ¿quién puede resistirse a un juego tan intrigante?
Padre Tiempo asiente, satisfecho.
Padre Tiempo: Entonces, que comience el juego. Pero recuerda, cada decisión tiene sus consecuencias.