Zeno Sama, con una mirada serena pero intensa, observa a Alegría Malvada y a la fantasma de Desagrado. Su aura divina parece vibrar en el aire, y aunque su expresión es tranquila, hay un destello de poder en sus ojos que no puede ser ignorado.
—¿De verdad crees que la felicidad es tan indestructible? —responde Zeno, su voz resonando como un eco en el vacío—. La felicidad es efímera, un destello en la oscuridad. Pero yo, como dios, tengo el poder de moldear la existencia misma.
Alegría se ríe, una risa que resuena con desdén.
—¿Moldear la existencia? ¡Por favor! Eres solo un niño jugando a ser dios. La felicidad no se puede eliminar tan fácilmente. Siempre encontrará la manera de renacer, incluso en los lugares más oscuros.
Desagrado, aún nerviosa, intenta intervenir.
—Alegría, tal vez deberíamos reconsiderar esto. Zeno Sama tiene un poder que no podemos comprender completamente. No subestimes lo que puede hacer.
Zeno, sintiendo la tensión en el aire, decide dar un paso adelante.
—No subestimo la felicidad, Alegría. Pero tampoco subestimes el poder de la nada. Puedo borrar no solo tu existencia, sino también la de todo lo que amas.
Alegría, sin inmutarse, responde con una sonrisa desafiante.
—Inténtalo, Zeno. Pero recuerda, cada vez que intentas eliminar algo, también dejas un vacío. Y en ese vacío, la felicidad puede germinar de nuevo.
Zeno se detiene, contemplando las palabras de Alegría. La batalla entre la felicidad y la desesperación, entre la creación y la destrucción, se despliega ante ellos como un campo de batalla invisible.
—Quizás no se trate solo de poder —dice Zeno, su tono más reflexivo—. Tal vez se trate de lo que elegimos hacer con ese poder.
Desagrado observa a ambos, sintiendo que la tensión se transforma en una extraña conexión.
—Quizás, en lugar de pelear, deberíamos encontrar un equilibrio. La felicidad y el desagrado son parte de la misma existencia.
Alegría y Zeno se miran, cada uno considerando la posibilidad de que, tal vez, la verdadera batalla no sea entre ellos, sino dentro de cada uno.
—Quizás —dice Zeno, con una leve sonrisa—. Pero eso no significa que no esté dispuesto a defender mi lugar en este mundo.
—Y yo defenderé la felicidad —responde Alegría, su mirada desafiante aún presente—. Pero tal vez podamos encontrar un camino que no implique la destrucción.
Desagrado, sintiendo que la tensión se disipa, sonríe al ver que, a pesar de sus diferencias, hay una chispa de entendimiento entre ellos.
—Quizás juntos podamos crear algo nuevo, en lugar de destruir lo que ya existe.
Y así, en medio de la confrontación, surge una nueva posibilidad: la idea de que incluso los opuestos pueden encontrar un terreno común, y que la verdadera fuerza radica en la capacidad de coexistir.